viernes, 19 de septiembre de 2008

COMPARACIÓN ENTRE “EL DIÁLOGO PESIMISTA ENTRE AMO Y SIERVO” DE LA CULTURA ACÁDICA Y EL LIBRO DE ECLESIASTÉS.


En el presente trabajo vamos a intentar realizar una obra “titánica”, una labor compleja, no porque sea imposible abordar el tema planteado, sino porque el mero título propuesto nos puede representar serios problemas. Todo depende de cómo interpretemos la palabra “comparación”, porque si entendemos el término comparación como un paralelo o algo semejante o una aproximación al texto bíblico (el libro de Eclesiastés), entonces tendremos que dar una negativa rotunda al uso de este término, ya que poseemos una visión bastante conservadora con respecto a la Biblia, y partimos del hecho de que no existe, ni puede existir, ni existirá nunca en la historia de la humanidad un libro con las características tan únicas y exclusivas de la Biblia.

Este método puede decirse que es parte de lo llamado “la ciencia de las religiones comparadas”, y aunque es posible encontrar ciertas similitudes con las diferentes religiones, debemos dejar en claro que el hecho de que existan estos “paralelos”, no quiere decir en ningún momento, que la Biblia descendió al nivel de la “literatura sapiencial” existente en diferentes trasfondos culturales contemporáneos al momento en que fue escrito el libro de Eclesiastés, es necesario enfatizar que es una labor casi imposible comparar dos textos cuando uno de ellos es inspirado por Dios y el otro fruto de un razonamiento meramente humano, dicha comparación no puede ser equitativa, a no ser que creamos que esos escritos también poseen una inspiración divina, para ser puestos en posiciones de igualdad. Si llegase a existir cierta similitud entre los textos que se mencionan (porque existen otros textos que han sido objeto de investigación y comparación de otras culturas) y el libro de Eclesiastés, esto nos dejaría muchas preguntas en el tintero, pues muchos podrían llegar a pensar que Dios ha inspirado a muchos hombres para que escriban textos aparte de la Biblia y nos daría pie para llegar a conclusiones universalistas muy alejadas del exclusivismo cristiano, por otro lado, si esa situación en realidad se presenta, podríamos decir que Dios le ha dado al hombre una capacidad racional maravillosa, con la cual ha llegado a realizar análisis profundos de las realidades: antropológicas, sociológicas y psicológicas, que aunque no se habían desarrollado ni conocido como ciencias en la época que estamos abordando, sí existían escritos (literatura sapiencial pagana), que nos permiten observar la capacidad de análisis que había en ese entonces. Si alguien se atreviera a decir que dichos textos sirvieron como base para la elaboración de la literatura sapiencial bíblica, podría decirse que cabe la posibilidad de que los escritores bíblicos pudieron tener acceso a dichos escritos, más específicamente Salomón, quien fue el escritor de Eclesiastés[1], y ese acercamiento, sirvió solo para tener un recurso intelectual en el escritor, sin ser único y absoluto, sino solo como una referencia que aportó a su estructura de pensamiento, pero no fueron la base primaria de su elaboración, pues es claro que la fuente única de Sabiduría fue Dios mismo, “una referencia a la sabiduría pagana sirve para demostrar la superioridad de la sabiduría bíblica”[2]. Para aquellos que creemos que solo el Dios de Abraham Isaac y Jacob, el Dios de Israel, el Yahvé del Antiguo Testamento es el Dios único y verdadero y aquel que inspiró a los escritores bíblicos, es totalmente cierto que la sabiduría que tuvo Salomón y específicamente en el libro de Eclesiastés no la obtuvo de ningún escrito mesopotámico, sino de Dios mismo “Y Dios dio a Salomón sabiduría y prudencia muy grandes, y anchura de corazón como la arena que está a la orilla del mar. Era mayor la sabiduría de Salomón que la de todos los orientales, y que toda la sabiduría de los egipcios. Aun fue más sabio que todos los hombres, más que Etán ezraíta, y que Hemán, Calcol y Darda, hijos de Mahol; y fue conocido entre todas las naciones de alrededor” (1 Rey. 4:29-31). Aquí no se muestra solamente que la sabiduría de Salomón provenía de Dios, sino que su sabiduría sobrepasaba a la de las culturas circundantes.

Esto nos da a entender que toda sabiduría verdadera proviene de Dios mismo y que si ha existido sabiduría en pueblos paganos obedece a que el hombre que fue hecho a imagen y semejanza de Dios, posee la capacidad de obtener cierta sabiduría, es lo que muchos llaman “gracia común”. Y aunque al hombre secular se le ha dado la gracia de obtener ciertos destellos de la sabiduría de Dios por medio de sus experiencias, razonamientos y meditaciones filosóficas, Dios mismo declara que “destruirá la sabiduría de los sabios, y desechará el entendimiento de los entendidos”, nos dice que el ha “enloquecido la sabiduría del mundo” y que ni siquiera “en la sabiduría de Dios, el mundo conoció a Dios mediante la sabiduría” (1Cor 1:19-21). Si la sabiduría de Dios no fue suficiente para que el mundo conociera a Dios, y no estamos queriendo menospreciar los escritos sapienciales bíblicos, entonces ¿por que nos habría de interesar la sabiduría pagana, la cual Dios mismo ha desechado y puesto muy por debajo de su sabiduría? Hoy apreciamos y valoramos sobremanera la sabiduría bíblica, pero muchos han tratado de quitarle su valor trascendente al intentar buscar similitudes con los escritos paganos en donde en muchos casos no las hay, sino que son solo una acomodación forzada. Con lo anterior no estamos declarando que en lo absoluto no existan similitudes, sino que en algunos casos se está buscando algo donde no lo hay, con el interés de rebajar la revelación bíblica a la estatura de las religiones paganas, para promover un universalismo que nada tiene que ver con la verdad bíblica, mas bien, cualquier similitud de la sabiduría bíblica con la pagana obedece al “carácter universal de toda auténtica sabiduría”,[3] donde toda auténtica sabiduría proviene absolutamente de Dios.

Es realmente absurdo iniciar dicha “comparación”, sin antes tener en cuenta las premisas que hemos declarado, porque ellas nos servirán como punto de referencia para poder ser objetivos en lo que vamos a desarrollar, y mucho mas, cuando el diccionario de la Real Academia Española define la palabra comparación de la siguiente manera: comparación: 1. Acción y efecto de comparar. Haber la igualdad y proporción correspondiente entre las cosas que se comparan.

Con este orden de ideas vamos tratar de desarrollar lo indicado en este trabajo.


1. SIMILITUDES ENCONTRADAS EN LOS TEXTOS:

A. EL PESIMISMO.
Tanto en el libro de Eclesiastés como en el diálogo pesimista entre amo y siervo, como lo afirma su título, se abordan situaciones en las que se puede notar el pesimismo de una manera marcada, aunque con ciertas diferencias entre un texto y otro, y un pesimismo enfocado de una forma diferente.
El pesimismo en la actualidad se conoce como: “doctrina según la cual la realidad, la vida y el mundo son el mal antes que el bien. El pesimismo, por regla general, adopta una de estas dos vertientes: la de un atrincherado estado mental negativo, o una permanente expectativa de lo peor bajo cualquier circunstancia imaginable, y la de un sistema filosófico compacto”[4].

En cuanto al diálogo pesimista entre amo y siervo decimos que es “un estilo de escritura que puede llamarse “literatura pesimista”, que data desde el 2000 a.de J.C. tanto en Egipto como en Mesopotamia”[5]. El diálogo pesimista mesopotámico que estamos abordando llega a tales extremos de pesimismo, que se atreve a sugerir explícitamente que es mejor morir, en otras palabras, es mejor tomar la alternativa de suicidio, “el suicidio es la única respuesta al problema de la vida”[6], en el libro de Eclesiastés no se da el suicidio como una alternativa, pero continuemos tratando de encontrar similitudes, y para ello atrevámonos a decir que también habla de la muerte como “un suceso que acontece a todos, tanto a los hombres como a las bestias, es un mismo suceso: como mueren los unos, así mueren los otros… Todo va a un mismo lugar; todo es hecho del polvo, y todo volverá al mismo polvo” (Ecl. 3:19-20). Aquí hay una similitud (posiblemente acomodada), ambos hablan de la muerte. En el diálogo entre el amo y el siervo, el amo le dice al ciervo que lo va a matar y mandar (posiblemente al cielo, o al lugar al cual ellos pensaban que se iba después de la muerte, dependiendo de la creencia religiosa de su pueblo) por delante de él, “en tal caso, el sentido de los últimos versos sería que, si el siervo moría primero, el amo le seguiría muy pronto, dado el atractivo de la muerte”[7].

Profundizando en el pesimismo, se puede decir que el libro de Eclesiastés posee pesimismo, pero con el propósito dejar al hombre desprovisto de esperanza, desprovisto de vanidades, ridiculizado, porque fue insensato al poner su confianza en cosas superfluas, para de esta forma poder exponer lo que realmente estaba interesado en exponer, dar a conocer verdades profundas de la Sabiduría de Dios, para llevar al lector a que renunciara a lo temporal y que pusiera su vista en lo eterno y para ello utiliza diferentes ejemplos de la vida cotidiana. Aunque ¿verdaderamente podemos llamar a estos ejemplos pesimismo? ¿No será más bien realismo? Es de considerar que muchos pueden tildar los ejemplos propuestos por “Koheleth”[8] como pesimismo, ya que algunos de los ejemplos que el predicador expone a lo largo del libro son contrarios a los pensamientos normales de las personas, porque, para muchos, por poner un ejemplo, el trabajo es el medio a través del cual se pretende alcanzar la felicidad, ya que por medio de él se obtienen riquezas, bienestar para sus familias, seguridad financiera, el alcance de las metas y la realización personal, realmente la mayoría de las personas tienen expectativas para el futuro, y muchas de ellas quieren alcanzarlas por medio del trabajo, pero escuchar una afirmación como esta: “Aborrecí, por tanto, la vida, porque la obra que se hace debajo del sol me era fastidiosa; por cuanto todo es vanidad y aflicción de espíritu. Asimismo aborrecí todo mi trabajo que había hecho debajo del sol, el cual tendré que dejar a otro que vendrá después de mí. Y ¿quién sabe si será sabio o necio el que se enseñoreará de todo mi trabajo en que yo me afané y en que ocupé debajo del sol mi sabiduría? Esto también es vanidad” (Ecl. 2:17-19), es desmoralizador, es desbaratar todos los planes, la fuerza y la esperanza de las personas, pues todos en la tierra, y mucho mas, en el tiempo en que vivimos, saben que sin trabajo no pueden tener paz y felicidad, o por lo menos eso es lo que muchos piensan, por eso, pueden catalogar de pesimista este tipo de razonamientos, y por ser pesimista, no vale la pena aplicarlo a su vida, sino por el contrario, se podría pensar que es necesario eliminar todo pesimismo y luchar por salir adelante.

Pero esta no es la perspectiva del predicador, lo que el está tratando de hacer, es llegar a una conclusión profunda acerca de la realidad que va mas allá del ahora, sino que se extiende hacia el futuro, bajo esta perspectiva, podemos decir que el predicador no esta hablando de una manera pesimista, sino realista. Está tratando de llevarnos a una realidad superior, a una verdad que nos puede traer una paz que va mas allá de la lucha por las cosas pasajeras del momento, sino que quiere poner al trabajo en la perspectiva correcta, y eliminar los afanes que agitan el corazón del hombre, llevándolo a que medite en las cosas que son realmente importantes.


En cuanto al texto mesopotámico en cuestión, el pesimismo es muy acentuado, ya que cualquier acción que quiera realizar el amo es apoyada por el siervo, pero al momento de cambiar de parecer, el siervo plantea todo lo negativo de la situación pese a que ya había diagnosticado algo positivo, en otras palabras, el siervo tiene la capacidad de poner toda declaración de su amo en la perspectiva negativa, aunque es realmente contradictorio.

B. LA MANERA EN QUE SE ABORDAN LOS ASUNTOS.

En el libro de Eclesiastés existen varios temas que son tratados, en donde se propone una situación particular la cual es llevada después al extremo. Un ejemplo es la manera como el predicador trata el tema de la sabiduría: habla de su propia experiencia, menciona que ha llegado a engrandecerse y a crecer en sabiduría sobre todos los que fueron antes de él en Jerusalén, su corazón había percibido mucha sabiduría y ciencia, había dedicado su corazón a conocer la sabiduría (Ecl. 1:16-17), esta es su primera declaración, después afirma: “la sabiduría sobrepasa a la necedad , como la luz a las tinieblas” (Ecl. 2:13), y hasta aquí parece bastante convencido de su posición en cuanto a la grandeza de la sabiduría, había una seguridad muy fuerte en si mismo, a causa de la sabiduría que le había sido otorgada, tenía un aire de superioridad, y estaba firme en su posición, sobre todo, su seguridad reposaba en la comparación entre el sabio y el necio, se sentía superior al compararse, pero de un momento a otro, cambia radicalmente su posición inicial, y dice: “Como sucederá al necio, me sucederá también a mi. ¿Para qué, pues, he trabajado hasta ahora por hacerme más sabio? Y dije en mi corazón, que también esto era vanidad Porque ni del sabio ni del necio habrá memoria para siempre; pues en los días venideros ya todo será olvidado, y también morirá el sabio como el necio”. Aquí adopta una posición totalmente contraria, parece que después de haber vivido tantas experiencias en su vida, ya no tiene sentido compararse con el necio, no encuentra ningún provecho al haber alcanzado tanta sabiduría, siente tristeza por haberse afanado tanto por hacerse sabio, porque tanto el uno como el otro van a morir y no habrá memoria de ellos.

En el anterior ejemplo encontramos cierto relativismo, y en esto, Eclesiastés tiene cierta similitud con el diálogo entre el amo y el siervo, porque aborda los temas de una forma parecida. En el diálogo entre el amo y el siervo, encontramos que el amo desea amar a una mujer, y el siervo le responde: si señor, ámala, ámala. El hombre que ama a una mujer olvida el dolor y la inquietud. El amo responde: No siervo, no amaré a una mujer. El siervo responde: No la ames señor, no la ames. La mujer es un pozo, una daga de hierro, una daga afilada, que corta el cuello del hombre.
En este caso, encontramos un relativismo absoluto, no como el relativismo de Eclesiastés, ya que en Eclesiastés, el relativismo es una manera de llegar a una verdad absoluta, a una conclusión, pero en este diálogo, solo se manifiestan dos verdades en oposición, sin llegar a una conclusión definitiva. “El punto culminante del diálogo (entre amo y siervo) es la afirmación de que ninguna acción merece la pena; la única solución es la muerte”[9]. Esto quiere decir que este diálogo posee un relativismo sin sentido.

C. AFIRMACIONES QUE TIENEN UN SIGNIFICADO SIMILAR O IGUAL.

El caso más notorio en el que están de acuerdo los dos textos que estamos analizando es el concepto que ambos tienen de la mujer, porque para el siervo, amar a una mujer hace olvidar el dolor y la inquietud. Eclesiastés lo expresa de otra manera: “Goza de la vida con la mujer que amas, todos los días de la vida de tu vanidad; porque esta es tu parte en la vida, y en tu trabajo con que te afanas debajo del sol” (Ecl. 9:9). Podemos decir que ambas declaraciones son semejantes debido a que el antónimo del dolor es el gozo, amar a una mujer según el siervo, hace alejar el dolor, como resultado, obtendrá gozo, el predicador, solo indica que se debe gozar con la mujer que se ama, ambos están hablando de los beneficios de amar a la mujer, en eso, están realmente de acuerdo. Pero también están de acuerdo no solo en el aspecto positivo de amar a una mujer, sino en los peligros que existen al involucrarse con una mujer, aunque en el caso de Eclesiastés, es mucho mas acertado en su declaración, ya que especifica en que radica específicamente el peligro, pues declara; “Y he hallado mas amarga que la muerte a la mujer cuyo corazón es lazos y redes, y sus manos ligaduras. El que agrada a Dios escapará de ella; mas el pecador quedará en ella preso” (Ecl. 7:26), lo cual quiere decir que el peligro esta en involucrarse con la mujer equivocada, no ocurre nada negativo con la mujer que se ama, posiblemente la mujer virtuosa de la que habla proverbios 31, sino con la mujer cuyo corazón es malo, posiblemente se refiere a la mujer ramera (Pr. 6:20-35; 7) o a la adúltera (Pr. 3:16-19), además muestra una vía de escape para el lazo de esta mujer, agradar a Dios”, lo contrario ocurrirá al pecador, que “quedará en ella preso”. En el diálogo entre el amo y el siervo, ocurre una declaración negativa en cuanto a amar a una mujer, pues declara que la mujer es pozo, daga, y corta el cuello del hombre, en contraste con el pozo que menciona el predicador, todas esas figuras están hablando de una misma cosa, de una trampa, una forma de quedar atrapado, por lo tanto si se pueden encontrar similitudes. La figura que dice que corta el cuello del hombre no es una muerte literal, como tampoco lo es en la cita de Eclesiastés que estamos tratando, ya que insinúa que dicha mujer es “más amarga que la muerte, no la muerte en sí”, ambos están hablando de otro tipo de muerte que puede llegar a experimentar el hombre que caiga en manos de una mujer de esas características, aunque es necesario aclarar que en el diálogo no se menciona ninguna clase de mujer, sino a la mujer en general, lo cual resulta, como ya lo hemos dicho, en un relativismo total, en unas declaraciones acerca de una misma cosa totalmente contrarias, que no llegan a ninguna conclusión, a pesar de que las dos premisas contradictorias, sean ciertas.

Otro caso en el que se nota una similitud en ambos textos, se da en cuanto a que la muerte no hace diferencia entre el sabio y el necio, el siervo, cuando se refiere a las “antiguas ruinas” que sirven de sepultura y dice: “¿quien es el malhechor y quien el bienhechor?”[10], de igual manera el predicador de Eclesiastés dice: “Porque ni del sabio ni del necio habrá memoria para siempre; pues en los días venideros ya todo será olvidado, y también morirá el sabio como el necio” (Ecl. 2:17) hay una acercamiento en la idea de que tanto al sabio como al necio les llegará la muerte, y no se podrán diferenciar en la sepultura, ya que no quedará memoria de ellos, ni de lo que realizaron en vida, aunque es necesario recalcar que en el diálogo, solo se mencionan las situaciones, mientras que en el Eclesiastés, aparecen estas contradicciones, pero de una u otra manera le llega a una conclusión.

2. DIFERENCIAS ENCONTRADAS EN LOS TEXTOS

Con todo lo que hemos tratado, son mucho más evidentes las diferencias existentes entre los textos, pero de una u otra manera, implícitamente, en las similitudes hemos dado a conocer en el desarrollo de este trabajo, ciertas diferencias, pero de igual manera vamos a ampliar algunos conceptos.

A. LA FE DEL PREDICADOR
Debemos recalcar que la base fundamental para analizar las diferencias entre los textos que estamos tratando, es principalmente el carácter espiritual o la inspiración del libro de Eclesiastés, como ya lo hemos dicho y aclarado en el inicio de este trabajo.
En el diálogo entre el amo y el siervo, se encuentra muy poco acerca de la vida religiosa, solo se encuentra la disyuntiva entre presentar un sacrificio a un dios o no presentar dicho sacrificio, mostrando las ventajas y desventajas de hacerlo o no. Esto no ofrece ninguna enseñanza valiosa en cuanto a la vida religiosa, pues como lo hemos dicho anteriormente, es un relativismo sin conclusiones concretas.
En el libro de Eclesiastés, por el contrario, aparecen ciertos elementos paradójicos (aparentemente contradictorios), pero que, como ya hemos dicho anteriormente, tienen la finalidad de encerrar al lector de tal manera que no le quede otra opción que la de llegar a un punto específico, y aunque inicia diciendo: “vanidad de vanidades, todo es vanidad” y enumera diferentes escenas en las que es notoria la vanidad, y la insensatez de ciertas actitudes frente a diferentes situaciones de la vida, llega a la conclusión definitiva: “El fin de todo el discurso oído es este: Teme a Dios, y guarda sus mandamientos; porque esto es el todo del hombre”. Por lo tanto, el propósito del escritor es llevarnos a entender esta realidad. En el diálogo entre el amo y el siervo, no se nota ninguna finalidad específica, sino solo un cúmulo de declaraciones que hasta cierto grado pueden ser admirables, pero que no nos llevan a ninguna conclusión ni ningún fin.




B. UN PESIMISMO QUE NO ES PESIMISMO

El libro de Eclesiastés utiliza un estilo literario que era común entre otras culturas de la antigüedad (Mesopotámica y Egipcia), lo que hemos llamado “literatura pesimista”, pero a pesar de utilizar dicho estilo, no quiere decir que el libro era de carácter pesimista, ya que nos presenta problemas, pero también nos incita a vivir una vida de gozo y alegría: “Anda, y come tu pan con gozo, y bebe tu vino con alegre corazón; porque tus obras ya son agradables a Dios” (Ecl 9:7). Simplemente, nos pone en perspectiva frente a lo que es el gozo verdadero. En contraste con “los escritos mesopotámicos pesimistas que eran fríos, sensuales y desprovistos de siquiera una nota de esperanza”[11].


En conclusión, puede decirse que la realización de este trabajo nos ha producido un apego mas fuerte a la Biblia, el realizar la comparación de ambos textos, nos ha corroborado la grandeza de la inspiración bíblica frente a los escritos seculares, que como en este caso, está desprovisto de propósito espiritualmente hablando, aunque en su momento, es posible que haya significado un aporte especial dentro de su cultura.

Muchos investigadores han invertido bastante tiempo tratando de encontrar similitudes entre los escritos de la antigüedad y la Biblia, y qué esfuerzos tan profundos los que realizan; pero es necesario que nos ocupemos un poco mas en comprender la verdad bíblica y aplicarla, ponerla por obra y darla a conocer, ya que existen muchas cosas que nos roban el tiempo y distraen nuestra atención de lo que es verdaderamente importante.

Este tipo de trabajo, provee herramientas al momento de presentar apología frente a diversas posiciones que refutan la autenticidad bíblica.



[1] En el desarrollo de este trabajo hemos adoptado la posición de que Salomón es el autor del libro de Eclesiastés (Ver caps. 1:12, 16; 2:15; 12:9). Aunque no desconocemos que para otros no es parte de sus escritos. Hemos adoptado la posición de que a Salomón es a quien se le ha atribuido su autoría tanto en tiempos modernos como antiguos. Muchos afirman que escribió su libro en los días finales de su vida, después de haber experimentado un profundo arrepentimiento por todos los pecados que había cometido a lo largo de su carrera. Otros piensan que el libro fue escrito en el siglo III antes de Cristo.
[2] www.mercaba.org/DicTB/S/sabiduria.htm
[3] www.mercaba.org/DicTB/S/sabiduria.htm
[4] Microsoft ® Encarta ® 2006. © 1993-2005 Microsoft Corporation. Reservados todos los derechos.
[5] e-sword. Comentario bíblico Siglo Veintiuno. Eclesiastés.
[6] Ibid.
[7] Raymond Edward Brown, Joseph A. Fitzmyer, Roland Edmund Murphy. Traducido por Alfonso de la Fuente Adanez, Jesús Valiente Malla. Comentario Bíblico San Jerónimo. Ediciones Cristiandad. 1972. Pg. 403.
[8] Koheleth es El título hebreo que el autor del libro se aplica a sí mismo (cap. 1:12). "Yo, Koheleth, fuí rey sobre Israel". Significa un Reunidor o Convocador de reunión, y un Predicador de tal reunión. (esta nota fue tomada de e-sword Comentario Jamieson-Fausset-Brown, Eclesiastés)
[9] Raymond Edward Brown, Joseph A. Fitzmyer, Roland Edmund Murphy. Traducido por Alfonso de la Fuente Adanez, Jesús Valiente Malla. Comentario Bíblico San Jerónimo. Ediciones Cristiandad. 1972. Pg. 403.

[10]Raymond Edward Brown, Joseph A. Fitzmyer, Roland Edmund Murphy. Traducido por Alfonso de la Fuente Adanez, Jesús Valiente Malla. Comentario Bíblico San Jerónimo. Ediciones Cristiandad. 1972. Pg. 403.

[11] e-sword. Comentario bíblico Siglo Veintiuno. Eclesiastés.
El anterior es un trabajo del Pastor Andres Felipe Machado. Puede ser utilizado pero dando estricto reconocimiento al autor.

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