viernes, 19 de septiembre de 2008

PROCESO HISTÓRICO DE LA DIVISION ENTRE SAMARIA Y JERUSALEN


Para poder comprender el proceso histórico de la división de la adoración en Israel, a saber, Samaria y Jerusalén, es importante analizar el proceso de la relación de Dios con el hombre desde la creación hasta el momento de dicha división, sin ignorar que esto tuvo repercusiones que nos alcanzan hasta el día de hoy, en el sentido de que al entender estos conceptos ampliaremos nuestro conocimiento de lo que significa la adoración verdadera a Dios en nuestro contexto actual, pues no se debe pasar por alto que todo lo acontecido a Israel en la antigüedad fue escrito con un propósito muy específico, pues nada hubo que aconteciese por casualidad, en cada situación estuvo la mano de Dios obrando en función del establecimiento del Reino, y aún las actuaciones pecaminosas del pueblo eran una oportunidad de Dios para dejarnos una enseñanza importante acerca de su voluntad, no porque Dios las aprobara, sino porque en medio de los errores de las personas Dios hablaba y direccionaba todo en función del establecimiento del Reino en una revelación que se dio de manera progresiva, de tal manera que el suceso de la división del reino en Israel que vamos a tratar en el presente trabajo nos dará mucha luz de aspectos importantes de la vida espiritual y en general de la vida cristiana.

I. ANTECEDENTES PRELIMINARES.

Desde los inicios Dios quiso gobernar a su pueblo, aunque no se observa que Dios hable explícitamente o diciendo textualmente que el gobernaría sobre la humanidad, se sobreentiende que si Dios es el creador de los cielos y la tierra y todo lo creado se desprende de su mano poderosa y omnipotente, sería muy insensato pensar que Dios creó el universo para luego desentenderse de él, de tal manera que no pueda ejercer dominio sobre su creación, de hecho, el Nuevo Testamento declara que Cristo trabajó activamente en el desarrollo de la creación, especialmente en la carta a los Colosenses donde afirma el escritor: “Porque en él fueron creadas todas las cosas, las que hay en los cielos y las que hay en la tierra, visibles e invisibles; sean tronos, sean dominios, sean principados, sean potestades; todo fue creado por medio de él y para él Y él es antes de todas las cosas, y todas las cosas en él subsisten” (Col 1:17), en el mismo orden de ideas, la carta a los Hebreos lo ratifica afirmando: “el cual, siendo el resplandor de su gloria, y la imagen misma de su sustancia, y quien sustenta todas las cosas con la palabra de su poder…”; esto nos deja claro que Dios gobierna sobre la creación. Esta innegable conclusión no nos puede dejar ciegos ante el hecho de que Dios delegó ciertas responsabilidades al hombre, pues después de haberlo creado y bendecido dijo las siguientes palabras: “Fructificad y multiplicaos; llenad la tierra, y sojuzgadla”. En este mandato cultural, el hombre debía ejercer su dominio sobre los animales y toda la tierra desarrollando una vida comunitaria en donde Dios sería el principal guiador en todas las áreas de acción en las que tuviera que desenvolverse, el hombre solo sería vicerregente, en un pacto que algunos han denominado Soberano-vasallo. Antes de la caída el hombre tenía una comunicación abierta con Dios y tenía toda la capacidad de sostener una vida justa y equitativa a nivel social, pero después de la caída, la entrada del pecado produjo un desorden tal en el hombre que perdió su capacidad de gobernar con sabiduría, a pesar de esto, Dios siguió manifestándose al hombre en cada generación después de Adán, y fue necesario iniciar todo un proceso de enseñanza en la que Dios manifestó su voluntad revelándose personalmente a algunos hombres en particular mostrándoles la manera correcta de relacionarse unos con otros y principalmente, la intención de que gobernara, así fue como Dios se manifestó a Noé, Abraham, Isaac, Jacob, Moisés, David, etc. Todo este proceso fue dado en la medida que se fue constituyendo un pueblo, el pueblo de Israel, en donde Dios quería manifestar su justicia, santidad, amor, y en general el establecimiento de su Reino, y de donde sería extendido a todas las naciones. Hasta aquí, Dios no había abandonado la idea de ejercer dominio sobre el hombre, y su deseo se hacía manifiesto a partir de las leyes dadas a Moisés.

II. EL ESTABLECIMIENTO DEL REINADO EN ISRAEL.

Una vez el pueblo salió del desierto para llegar a la tierra prometida, y una vez muerto Moisés, Josué debía encargarse de hacer entrar al pueblo en dicha tierra, pero después de la muerte de Josué, el pueblo entró en “un período de desorganización, de discordias tribales y de derrota, que se describe en el libro de los Jueces”[1], por esta causa, el pueblo clamó a Dios y el les levantó jueces, quienes debían orientar al pueblo por medio de la ley, este período se dio aproximadamente desde el 1380 al 1050 a.C.[2]
Hasta aquí no vemos que Dios hable negativamente acerca de la forma de gobierno que se daba en Israel, pues Dios no manifestó descontento en el establecimiento de los jueces, de hecho, Él mismo los había levantado, no queriendo decir con esto que este periodo fue ejemplar y próspero para Israel, ni que la vida de los jueces fuese aceptable delante de Dios, por el contrario, “el período de los jueces fue un tiempo de tanto caos político y religioso que aun los mejores siervos de Dios hacían cosas terribles”[3], sino simplemente que Dios aprobó la existencia de ellos. En este periodo, se da el preludio para que Israel se constituyera como una nación, ya que los jueces dieron el inicio a todo el sistema de gobierno que fue después puesto en práctica durante la monarquía, pues los jueces no se dedicaban solo a juzgar sino que también gobernaban.
Llegó el momento definitivo para el establecimiento de Israel como nación al estilo de todas las naciones de la tierra y la Biblia nos habla que los hijos de Samuel no ejercieron correctamente su labor como jueces y pervirtieron el derecho (1Sam. 8:3), por lo tanto los ancianos de Israel se levantaron para pedirle a Samuel que erigiera un rey sobre Israel exclamando: “constitúyenos ahora un rey que nos juzgue, como tienen todas las naciones” (ver. 5). En esta ocasión, a diferencia del momento en que se levantaron jueces, a Dios no agradó la propuesta, ni tampoco agradó al profeta. La causa principal para que Dios se desagradara consistió en que Israel estaba cambiando el gobierno de Dios por el gobierno de los hombres, hasta aquí ellos habían experimentado un régimen teocrático, porque los jueces “recibían directamente de Dios su llamamiento y su comisión, y los asuntos de la nación estaban bajo la dirección especial de Dios”[4]. Aunque esta es la principal causa por la cual Dios rechazaba esta propuesta, Dios mismo dio otras razones por las cuales no convenía tener un rey, si bien, de antemano la motivación de estas personas no era la correcta, puesto que querían imitar a las naciones paganas, Dios mismo les afirma las consecuencias de tener un rey humano lleno de imperfecciones y que gobernaría bajo los preceptos de los reyes de otras naciones. No obstante, esto parece paradójico, ya que Dios mismo había hablado en la ley con respecto al levantamiento de un futuro rey de la siguiente manera: “ciertamente pondrás por rey sobre ti al que Jehová tu Dios escogiere; de entre tus hermanos pondrás rey sobre ti; no podrás poner sobre ti a hombre extranjero, que no sea tu hermano” (Dt. 17:15). Algunos afirman que no era el tiempo aún para tener rey, por lo cual Dios rechazó esta propuesta, y fue la causa del fracaso con Saúl, pero esto no concuerda con la narración del capítulo 8 del libro 1 de Samuel, cuando se afirma claramente que con esto estaban rechazando el reinado de Dios mismo (v.7). Aquí cabría la pregunta: ¿puede Dios gobernar por medio de un rey?, de hecho, Dios mismo, como lo acabamos de ver, previó esta situación, porque en el mismo pasaje de Deuteronomio afirma: “Cuando hayas entrado en la tierra que Jehová tu Dios te da, y tomes posesión de ella y la habites, y digas: Pondré un rey sobre mí, como todas las naciones que están en mis alrededores” (v. 14), aquí esta afirmando que en algún momento iba a suceder, que efectivamente iba a llegar el momento en que iban a pedir rey, y ante esto les da indicaciones de cómo lo debían hacer, pero no dice si esto es agradable o desagradable ante los ojos de Dios, solo les da instrucciones. No es posible afirmar que no pueda Dios gobernar por medio de un rey, porque lo hizo por medio de David, y no solo esto, sino que por medio del reinado de David se dio la promesa del advenimiento del reinado eterno del Mesías, por lo cual se debe dar la conclusión de que Dios iba a utilizar el nombramiento de ese rey prometido para el establecimiento de su reino.
Después de la muerte de David, pasa a reinar Salomón, y es aquí donde inicia el proceso de división en dos reinos, entre las tribus del norte y las del sur. Ahora profundizaremos en las causas de dicha división, las cuales, tienen que ver con todo este proceso histórico que hemos descrito en el presente escrito.

III. DIVISIÓN DEL REINO.

Aunque la división parece haberse dado a causa del pecado de Salomón, no se dio en el reinado de Salomón, pues a pesar de haber pecado, Dios le advirtió que el reino no se rompería en sus días, sino en los días de su hijo, por amor a David su padre (IRey. 11:12). En este caso, Salomón fue bendecido gracias al buen testimonio de su padre, pero no alcanzó sino para su propio reino, no hasta Roboam. Esto no quiere decir que Salomón no haya tenido virtudes maravillosas puestas por Dios, entre ellas la sabiduría sin igual que le fue entregada, seguramente había influido bastante el tener un padre tan ejemplar como David. Cuando Salomón murió gobernó su hijo Roboam, quien reino en su lugar, y en cuyas manos se dividió el reino, pues se levantó Jeroboam, quien aprovechó un momento coyuntural para apropiarse de 10 tribus al norte, quedando Roboam con solo las tribus de Judá y de Benjamín al sur.

IV. CAUSAS DE LA DIVISION DEL REINO.

Existen varias causas por las cuales el reino fue dividido y procuraremos acercarnos a ellas, aunque no se esperaba que el reino se dividiera, principalmente por las promesas que Dios había hecho a David: “Hice pacto con mi escogido; Juré a David mi siervo, diciendo: “Para siempre confirmaré tu descendencia, Y edificaré tu trono por todas las generaciones” (Sal. 89:3). Literalmente David no esperaba ninguna división del reino, tenía confianza en el establecimiento del reino terrenal eternamente.
Es importante aclarar que a pesar de que el reino fue dividido, las promesas hechas a David no quedaron en el olvido, pues Dios cumplió su pacto en Jesucristo, y el trono fue firme y para siempre a partir de este pacto, Dios quiso establecer un reino y así lo hizo, no pudo ser por un rey terrenal, pero si por Dios quien se hizo hombre para llevar en su cuerpo de carne nuestros pecado y de esta manera reinar, no solo en nuestros corazones, sino también en todo lo existente.


A. El pecado de Salomón.
Es posible que la división del reino se haya dado gracias al pecado de Salomón, pues no se puede negar que Salomón pecó, tampoco que el pecado siempre trae consecuencias. Recordemos que ahora estamos hablando de un reino que aunque fue muy glorioso, fue débil a nivel espiritual, ya que estaba guiado por un hombre que poseía la naturaleza pecaminosa de Adán, algunos afirman que esto sucedió “por causa de las mujeres que tomó de los pueblos extranjeros quienes introdujeron el culto a otros dioses en Israel. Dios había prohibido a los reyes de Israel tomar mujeres de otras naciones porque los apartarían de su Dios”[5] “Y dijo Jehová a Salomón: Por cuanto ha habido esto en ti, y no has guardado mi pacto y mis estatutos que yo te mandé, romperé de ti el reino, y lo entregaré a tu siervo.”
(I Rey. 11:11). Aunque había una promesa para David, Salomón no siguió los pasos de su padre: “Y cuando Salomón era ya viejo, sus mujeres inclinaron su corazón tras dioses ajenos, y su corazón no era perfecto con Jehová su Dios, como el corazón de su padre David” (I Ry. 11:4).

B. Por causas exclusivamente políticas.
Las causas políticas de la división las he tratado aparte, aunque todo mal manejo político, también tiene sus raíces en la maldad y perversidad del corazón del hombre; esta es la conexión existente entre el manejo político y el pecado.
Salomón, a pesar de haber recibido una sabiduría increíble de parte de Dios, no pudo ser equitativo ni justo en el manejo de su reino, pues en el momento de querer tomar el reino su hijo Roboam, el pueblo le expresó estas palabras: “Tu padre agravó nuestro yugo, mas ahora disminuye tú algo de la dura servidumbre de tu padre, y del yugo pesado que puso sobre nosotros, y te serviremos”. Pocos han afirmado que las riquezas que ostentaba el rey tal vez no eran fruto solamente de la sabiduría que poseía, o de las promesas que Dios le dio, sino que tal vez, también fueron fruto del cobro excesivo de impuestos. Lastimosamente, Roboam su hijo siguió los pasos de su padre en este respecto, y por su intransigencia en este pedido, resultó perdiendo aun mas, pues si hubiese menguado el cobro de los tributos, tal vez las personas lo hubiesen seguido, y aunque menores dividendos, los hubiera recibido de 10 tribus mas, y no solo de las dos tribus con las que quedó gobernando.


C. La palabra de Dios con respecto a los reyes terrenales 1 Sam 8.
Otra causa importante es que no era posible que un reino gobernado por hombres pecadores pudiera permanecer. Con respecto a esto ya hemos realizado un amplio panorama de los acontecimientos ocurridos desde el inicio de la creación hasta la división señalada, lo cual se hizo con el propósito de mostrar que Dios desde un inicio tuvo la intención de gobernar sobre la humanidad, pero que, a pesar de su intención, el hombre pervertiría este plan de Dios, al quitar su mirada de Él, para ponerla en un hombre. Las consecuencias de esto ya habían sido señaladas por medio del profeta Samuel, cuando afirmó: “Dijo, pues: Así hará el rey que reinará sobre vosotros: tomará vuestros hijos, y los pondrá en sus carros y en su gente de a caballo, para que corran delante de su carro; y nombrará para sí jefes de miles y jefes de cincuentenas; los pondrá asimismo a que aren sus campos y sieguen sus mieses, y a que hagan sus armas de guerra y los pertrechos de sus carros. Tomará también a vuestras hijas para que sean perfumadoras, cocineras y amasadoras. Asimismo tomará lo mejor de vuestras tierras, de vuestras viñas y de vuestros olivares, y los dará a sus siervos. Diezmará vuestro grano y vuestras viñas, para dar a sus oficiales y a sus siervos. Tomará vuestros siervos y vuestras siervas, vuestros mejores jóvenes, y vuestros asnos, y con ellos hará sus obras. Diezmará también vuestros rebaños, y seréis sus siervos. Y clamaréis aquel día a causa de vuestro rey que os habréis elegido, mas Jehová no os responderá en aquel día” (1Sa 8:11-18).
La anterior es la mejor manera de describir como actúan los reyes terrenales, aunque David y Salomón habían sido equitativos en muchos aspectos y muy sabios en otros, no podían llegar a la perfección del reinado de Dios. Esto, como ya lo hemos afirmado, solo lo podía llevar a cabo nuestro Señor Jesucristo. Estos reinos solo eran una preparación para lo que había de acontecer en el futuro reinado del Mesías. Si estos reinos se hubiesen establecido de una manera perfecta, no sería necesario aguardar la esperanza de un Rey perfecto. Concluimos, pues, diciendo que un reino humano, no puede permanecer firme, a causa de su natural debilidad, y aunque intente gobernar bajo los principios de la palabra de Dios, de una u otra manera, se verá influenciado por su naturaleza egoísta y carnal. Es imposible que el hombre gobierne de la manera correcta en la tierra, solo Dios puede gobernar con sabiduría y con juicio perfecto. Esto no es una escusa para tener un gobierno mediocre, pues los gobernantes deben procurar realizar su trabajo de la manera mas acertada posible, poniendo a Dios y sus principios morales como la bandera de sus mandatos.
Esta última causa, no esta desligada de la primera, ya que la razón por la cual el hombre es débil en su forma de gobernar es el pecado.

V. CONCLUSIÓN.La causa principal de la división entre Judea y Samaria, de la cual se desprende todo es el pecado. Esta división tuvo consecuencias desastrosas para las dos partes, pues ambos bandos fueron invadidos y llevados cautivos cruelmente. Las tribus del norte por los asirios y las tribus el sur por los babilonios. Todas esas decisiones negativas que tomaron tanto los gobernantes como el pueblo, los llevaron a experimentar mucho dolor y quebranto, a tal punto, que las tribus del norte perdieron su identidad a tal manera, que se le llaman las 10 tribus perdidas. No solo esto, sino que esta división generó muchos odios y muertes entre el pueblo, separó la adoración, definitivamente, los desvió de los propósitos divinos. A pesar de todo esto, debemos dar profundas gracias a Dios por Jesucristo, quien nos dejó esta gran enseñanza en su conversación con la mujer samaritana: “Mujer, créeme, que la hora viene cuando ni en este monte ni en Jerusalén adoraréis al Padre. Vosotros adoráis lo que no sabéis; nosotros adoramos lo que sabemos; porque la salvación viene de los judíos. Mas la hora viene, y ahora es, cuando los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y en verdad; porque también el Padre tales adoradores busca que le adoren. Dios es Espíritu; y los que le adoran, en espíritu y en verdad es necesario que adoren”
[1] E-sword. Diccionario certeza. Jueces.
[2] Esword. Diccionario Certeza. Jueces.
[3] E-sword. Diccionario Nelson. Jueces
[4] Henry Mathew. Comentario bíblico. Clie. 1 Sam. 8. pg 293
[5] Los samaritanos: Su conflicto con los judíos http://www.unored.com/modules.php?name=Content&pa=showpage&pid=33

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